El universo y los empujes de la vida me han traído a morar cerca del mar. Lo increíble es que mi realidad se tiñó lentamente del agua que me rodea con su azul presencia. Se ha filtrado en mi hisotria como se cuela entre las piedras cuando se arrima a la orilla.
Mi trabajo de escritura se está relacionando hoy con lo acuático.
Sea de donde sea que vengan, siemrpe se leerán en este espacio para mi expersión, palabras llenas de mí.

jueves, 14 de octubre de 2010

RETORNOS

Hace ya varios años que se percibe alrededor del mundo un resurgimiento del estilo retro en el surf. No solo entre principiantes y veteranos, también entre surfistas de buen nivel. Este movimiento arrancó de manera espontánea; sin el empujón del marketing y la moda. Hay una razón sensible detrás de esto.
El reflote de la onda retro está relacionado con la intención de volver a las raíces del surf: a esa época en la cual todos surfeaban fluyendo por la ola, sin el menor trazo de agresividad. La práctica del surf se vivía y se veía de otra manera. La magia y el espíritu aún estaban impolutos.
Como suele suceder en mundo de la música, surgen corporaciones que rápidamente dominan el terreno; comercializándolo todo al máximo para aumentar las ganancias y, lo que en un principio surgió como algo espontáneo, genuino y mágico, se vuelve masivo, forzado, comercial. Esto pasa también en el surf. Es inevitable. Grandes marcas, mandan a hacer toda su producción a China o cargan sus medidas en una computadora para que el brazo robótico haga lo suyo. Lo especial que podía tener encargar una tabla personalizada, que se hacía desde el alma de otro surfista (el shaper), se desvanece. Estamos en plena era de lo masivo, justamente contrario a lo individual, lo artesanal, lo mágico.
La persona que pone las manos en el foam pone su espíritu; nos entiende como nadie porque él también sabe lo que es deslizarse en el agua, viendo un atardecer o pisando fuerte para una maniobra radical. ¿Qué puede saber de eso una máquina?
En este último tiempo las tablas retro ganaron la atención y el aprecio de muchos surfistas. Aunque parezca que es una moda, esto viene de hace rato. Será por eso que decíamos al principio de esta nota: lo retro implica la forma de ver el deporte de otra manera; con los ojos de otra época; más rústico pero más silvestre.
De hecho, el mayor icono en la fabricación de tablas fish no para, hace años, de tener pedidos. Hablamos de Skip Frye; un verdadero emblema de la cultura surfera mundial. Por sus cuidados en los detalles y su dedicación exclusiva al trabajo manual hace que sea respetado por todos y querido por la mayoría. Esta es la paradoja de Skip. Es lo mejor de él y que lo hace un ídolo: el hecho de ser tan solicitado no cambia su forma de trabajo basada en lo único y artístico. No le interesa la onda comercial ni la masividad.
Frye es valorado por haber tomado el camino de lo artesanal, exclusivo y místico. Se especializó toda su vida en un tipo de tablas e hizo historia.
A pesar de tener pedidos desde diferentes puntos del planeta -su lista de espera llega hasta los 8 meses- Skip conserva su humildad y su ritmo tradicional de trabajo. Representa un ejemplo más de que debemos dedicarnos a lo que amamos; porque lo haremos con dedicación y no nos significará un esfuerzo. Y esto se notará en nuestras producciones. Así, estamos condenados al éxito inminente.
Skip inició su carrera como surfista profesional en 1958. Su primera tabla fue shapeada en madera balsa por Mike Diffenderfer. En 1968, ganó el U.S. Invitational at Oceanside.
Comenzó a shapear en 1963. Y pronto se fascinó con las sutilezas de las quillas. Hoy confiesa que es un obsesivo de las quillas porque pueden convertir una tabla regular en una muy buena. Fue uno de los primeros en experimentar reduciendo el tamaño de las enormes quillas antiguas.
En los ‘70s los longboards desaparecieron de un día para el otro. Skip fue con la corriente desarrollando sus modelos egg y más tarde las fish (en las que se especializó y es el mejor). Estos fueron años difíciles para él. Luego de su divorcio, tuvo un período de lucha personal intensa. Se había vuelto un ser encerrado en sí mismo; aislado y marginal. A tal punto llegó su penuria, que muchas veces no tenía el dinero suficiente para costear los logos que aplicaba en sus tablas; por lo cual, tenía que dibujarlos a mano con lápiz. Se la llamó su época de ghetto. Durante este período era común que shapeara por un pack de cervezas y un poco de faso. Sin embargo, aunque las circunstancias fueran duras, su buena esencia quiso que se aferrara a su pasión por el deporte.
Él mismo dice que nunca se sintió tan entusiasmado con el surf como a principios de los ’90 cuando resurgió la onda de los longboards. Era un placer para él bajar con su tablón y sentirse como un gran pez en el agua.
Durante esa década un evento fortuito cambió su vida para siempre. Este suceso derivó en un renovado sentimiento de fe y profundo cambio personal. Luego de un alejamiento de Estados Unidos, volvió, se casó y se convirtió en un devoto cristiano.
En el 2008 cumplió 50 años como surfista y eso ya es un gran logro. Pero ya había tenido oportunidad de batir su propio record durante el invierno del 2000: surfeó 12 picos en una sola salida. Un record formidable para cualquiera, y más aún para un bisabuelo.
Por estos días Skip shapea en su taller de San Diego. El desvelo por los detalles le origina una gran demanda; ya dijimos lo de las listas de espera. Pero él no tiene tanto apuro como esmero a la hora de cumplir con un cliente. La idea es que quien se lleva una tabla “Frye” se quede maravillado por la excelencia de su trabajo y sabe que, con esa fish, se está comprando un pedazo de historia surfera. Así, ese cliente, no sólo será fiel, sino que sus amigos y hasta sus hijos serán acérrimos adeptos de las tablas Frye. Ya son dos las generaciones que mueren por una fish shapeada por Skip. Sus creaciones se han convertido en tesoros para coleccionistas. Su marca está representada por el dibujo de dos alas abiertas. Representan un símbolo indiscutible de muchas cuestiones filosóficas y elecciones de modos de vivir que cada apasionado por el surf sabe y trata, en mayor o menor medida, de poner en práctica. Las alas de Frye dicen mucho acerca de lo que debería ser este deporte.
Skip continúa dedicándose con pasión a coleccionar y fabricar tablas; en especial su modelo fish de dos quillas. Sostiene que es su deber “pasar el legado del surf. Pero aun hay mucho que hacer, mucho trabajo por delante, especialmente con respecto a las quillas.”
Esta es la vida de un apasionado. Al contrario de la mayoría, no le interesa abarcar todos los públicos que pueda. Se especializó en algo y eso lo convierte en una figura de culto.

MIKI DORA

Hay personas que están destinadas a sobresalir por encima de otros mortales. Es una cuestión de actitud, de espíritu. Miki Dora poseía esta magia. No se amoldaba a las normas, su naturaleza no se lo permitía. La vida era demasiado corta para él, tenia que vivirla como quería, no como la sociedad lo recomienda. Para darnos una idea de cómo era, imaginemos a Cobain, Morrison, o Hendrix como surferos: puro talento y estilo genial, producto de la necesidad primordial de expresar y canalizar todos esos sentimientos y energía. El surf también alivia el dolor.
Miki, nacido en 1936 en Budapest, ya demostraba una actitud rebelde y transgresora desde muy joven, tal vez, para romper con la educación que intentó darle su padre mandándolo a una academia militar; la mejor manera de generar odio hacia la autoridad.
Miki y sus amigos dominaban la escena surfera de Malibu. Sentían que esta playa era su territorio, por lo tanto, el derecho a las mejores olas era natural e incuestionable. Pero como todo lugar único, las playas de Malibu comenzaron a ser visitadas cada vez por más surfistas. “Su” playa se plagaba de cientos de “imbéciles” -como él mismo los llamaba. Dora, había sido uno de los pocos en surfear Malibu prácticamente solo. Por ello, tal vez, su egoísmo por las olas, que era bien conocido. En su juventud, cuando alguien cometía el error de meterse “su” ola, Miki saltaba lanzando su tabla hacia adelante con las piernas, apuntando directo a la cabeza del desafortunado intruso. No pudiendo hacerles entender a los miles de visitantes que esa playa era “suya”, y luego de sufrir profundamente la situación, decidió viajar persiguiendo lugares solitarios.
En 1963, Dora llegó a Hawai. Allí, fue considerado un “cornalo” por los surfistas de olas grandes, como Ricky Grigg. Miki tapó la boca de muchos cuando aprendió a dominar las olas de más de siete metros de Waimea en un solo día. Su buen amigo y surfista de olas grandes, Greg Noll, lo dijo así: “…hizo la transición de ser el rey de las olas chicas a surfear olas de siete metros como jamás vi a nadie hacerlo. Y lo hizo en un solo día”.
Durante los ‘60, Miki desarrolló el desprecio por los campeonatos y el control fachista que ejercían sobre los surfistas, las olas y las playas. Decía que los jueces eran unos engendros surferos seniles, y rechazaba la supuesta autoridad que tenían los autoproclamados dirigentes del deporte. En el Malibu Invitational Surf Classic de1967, compitiendo por última vez, Miki tomó una ola; mientras la cortaba con una destreza impecable, frente a la tarima de los jueces y espectadores, se bajó el short exhibiendo su blanco trasero.
El mal carácter de Dora era compensado por su gracia en la ola. Era uno de esos fenómenos sobrenaturales que aparecen muy rara vez, y que no surfean para los fotógrafos, ni para los jueces, ni para los espectadores sentados en la arena… surfean por una necesidad interna; prefieren la soledad y la magia de una playa solitaria, que muchedumbres aplaudiéndolos en la costa.
Miki, buscando esas olas vírgenes, pasó un tiempo en las costas salvajes de Namibia, surfeando completamente solo con los tiburones, el arrecife de coral y fuertes corrientes.
También fue famoso por su faceta de delincuente, asociada con su espíritu sin límites; tan sin límites que cometió estafas y robos hasta con sus amigos. Estuvo dos años preso, y al salir se instaló en la costa francesa, que había adquirido una onda californiana de las buenas épocas. Pero también otros humanos valoraban ese paraje. Así que, nuevamente, Dora sintió la necesidad de partir seguir su búsqueda. En 1986, voló a Sudáfrica. Habiendo surfeado Jeffreys Bay en 1971, volvió a aquellas olas perfectas y largas, cerca de Cabo San Francis, lanzadas a la fama por la película Endless Summer, de Bruce Brown. La primera vez que había estado allí, surfeó solo. Pero esa vez, con 50 años, tuvo que lidiar con una tropa de surfistas locales jóvenes y fieros, por los que no era bienvenido. Pero gracias a su gran talento, logró robarse algunas olas clásicas.
A los 65 años, se marchó a surfear a Chile. Ya enfermo de cáncer de páncreas, viajó a Australia al año siguiente. Al poco tiempo, y sabiendo que le quedaban sólo meses de vida, surfeó en Francia su ultima ola. Luego, regresó a la casa de su padre en Montecito, California, donde finalmente su vida se extinguió el 3 de enero de 2002.
Los que surfeamos, entendemos perfectamente esta necesidad vital. Es nuestro momento de felicidad primaria, de comunión con la naturaleza, tan necesaria para el espíritu aunque muchos no lo sepan. En el Océano, todos nuestros problemas quedan en la tierra. Las olas son nuestro consuelo y refugio… nuestro altar. Y Miki lo valoraba más que nadie. Dora es parte de la historia y cultura universal del surf. Debemos rescatar su ejemplo de amor por el surf anticomercial y puro, que ejerció con toda la intensidad hasta el final. Todavía varios graffitis California lo aclaman, Dora Lives!

VIR DEL SURF


El surf no sólo es un deporte sino que, meterse en este mundo, es también adoptar una forma particular de encarar la vida: dónde vivir, de qué, etc. Significa dar culto al mar; como encuentro con la naturaleza y también como modo de introspección.
Por supuesto que hay muchas variantes en la manera en que podemos acercarnos a este universo de disfrute de amaneceres (o atardeceres) solitarios o con amigos, sentado en la tabla esperando la serie o bajando el mejor drop de tu vida. Están los que se enloquecen en la oficina chaqueando pronósticos en Internet para poder, en cuanto sale una olita, subir traje y tabla al auto, y salir disparado a disfrutar dos días en el paraíso. También encontrás a los que tienen la fortuna de vivir cerca del mar y se escapan antes o después del trabajo. Pero hay unos, pocos, que son los más envidiados; hablamos de los que tienen un don, que tienen la destreza para vivir del surf. Es decir, los “pro” o los que se la rebuscaron para fundar una empresa o cualquier emprendimiento que los acerque a las olas, al mar.
Ojo, hay que admirar también a esos que tienen los cojones de dejar de chequear en Internet y se mandan en un viaje sin retorno a ese lugar que tanto les apasiona. Abandonar todo y salir es tomar ese riesgo que implica pedir pases, cambiar de laburo o quedarse sin él y tener que buscar de cero.
En lugares como Hawai y Australia es más fácil vivir de y para el surf. En Argentina hay que lidiar con los obstáculos climáticos, económicos y geográficos. Así es nuestra idiosincrasia; somos sobrevivientes. De todas maneras ahora, gracias al crecimiento que tuvo el surf, se puede.
En esta nota vas a enterarte un poco más acerca de cómo algunos mortales lograron dar el gran paso (y no hablamos de casamiento precisamente) y conectaron con la fuente.
La vedette de la industria es el surfer “pro”. Aquel que recibe dinero por hacer lo que más le gusta: surfear. Lo admiramos porque gracias a su aptitud física, vive de aquellos que tanto él como nosotros, amamos. Es demasiado bueno para ser verdad. Es como encontrar el dorado, como que te paguen por tener sexo con modelos. Es cierto que seguramente es “pro” porque comenzó a los cuatro años y pasó más horas en el agua que cualquier otro; combinado con su talento especial, porque no todos los que surfean mucho logran llegar a ese nivel. Además no es todo color de rosas; hay obligaciones que cumplir con los sponsors y pasar mucho tiempo fuera de casa de campeonato en campeonato. Si ya no sos “pro”, descartalo. Sobre todo si tenés más de doce años y no vivís al lado del mar.
Para no seguir divagando en imprecisiones, fuimos a preguntarles a los que lo lograron.
Maxi Siri es hoy uno de los mejores surfistas del país. Comenzó a los 7 años con un barrenador y a los 11 tuvo su primera tabla que usaba sólo para meterse al agua y divertirse. Después se fue dando cuenta de que su destreza lo podía llevar a competir. Uno cree que los surfistas “pro” (argentinos, valga la aclaración) viven bien de lo que saben hacer. Pero Maxi nos tiene una sorpresa: “A medias; tengo apoyo de buenas marcas pero es difícil solventar los gastos de un surfista, y más aun teniendo ya mi propia familia. Por eso me pueden encontrar trabajando en el negocio de mis padres”. ¿El deporte ese que tanto querés se convierte en algo parecido a cualquier laburo? “Hay momentos en que me canso y prefiero jugar un partido de fútbol o tenis a meterme al agua. Pero después de un tiempo sin surfear me doy cuenta de que es lo que realmente me apasiona, son etapas.” A esta altura nos preguntamos si Maxi, como muchos "pro", se sentirá valorado en su país como profesional. Lo cierto es que cuando le preguntamos si hubiese hecho otra cosa de su vida dijo “siempre se mejorarían algunas cositas pero definitivamente seria surfista, talvez no pro, pero sí disfrutando de este deporte.” Obviamente para Maxi no es todo color de rosas pero estamos seguros de que lo que hace, le apasiona.
Existen otros, que no son “pro” -tampoco quieren serlo- y se jugaron a cambiar sus vidas por estar cerca del mar y disfrutar de unas buenas olas al amanecer. Nico es arquitecto y de San Isidro. Un día de los tantos que estaba mirando el mar sabiendo que tenía que volver al estudio en Baires se preguntó “¿por qué?”. Ahí comenzó todo. ¿Cómo fue, Nico, largar todo y salir? “En realidad no largué todo sino que busqué trabajo a través de Interne.; Fue como sentir que ya no tenía nada que hacer en Buenos Aires (por mi pasión, el surf, y mi profesión, arquitecto). Tenía que cambiar mi vida, sino me iba a enloquecer los fines de semana que no podía escapar al mar pensando como estarían las olas en ese momento. Fue así que empecé mi campaña de curriculums por todos los medios hasta que pasó el tren, y te das cuenta de que te tenés que subir porque no sabés si viene otro. Conseguí trabajo de arquitecto en uno de los mejores estudios de esta ciudad y necesitaban que arranque en 15 días; si podía antes, mejor. No lo pude pensar mucho tiempo. Me subí al tren con boleto.” ¿Qué le dirías a alguien que está viviendo ahora el dilema que vos tuviste? “Que si lo siente realmente, no lo dude, el proceso puede llegar a ser un poco duro pero vale la pena cuando uno analiza la balanza personal de su vida. Y siempre hay tiempo de empezar algo nuevo.” Nico dice que al principio no fue fácil cuando vino a la costa; la vida social que tenía pasó a ser más reducida: “En principio me pareció bastante más difícil y limitada, pero con el tiempo fui entendiendo varios factores que influyen en vida social de una persona. En general, a los que surfeamos no nos disgusta tener muchos momentos de una soledad relativa con el mar y vos mismo; eso te hace un poco más egoísta y solitario en tu forma de vida. Por eso creo que los grupos de gente que ves en el agua o en la playa son más chicos y reducidos; te vas a surfear con 3 como máximo. 4 te estresan jajá…”
Huís de la ciudad para estar cerca del mar. Pero, aun acá, ¿la profesión te deja surfear? “La verdad es que uno se tiene que fabricar su propio tiempo de surf. Los factores que te limitan son: 1) tus ganas de surfear (varia según tu afición-adicción); 2) tu trabajo y el tiempo libre que te deja éste; 3) depende mucho de quién te acompaña en tu vida. Yo no me puedo quejar para nada!! Y sí, corro mucho más; pero la vida pasa y las responsabilidades aumentan, así que hay que ingeniárselas según el pronóstico y tus posibilidades.
Hay algo de mística y laconismo en los surfistas. La vida en comunión con el entorno natural hace que nunca te sientas solo si tenés un par de muy buenos amigos, amor y buena vibra con el mar.
Fuimos a buscar más opiniones y encontramos otro eslabón de la cadena. Nos metimos en el taller de dos de los mejores shapers del país. El Garza es súper reconocido en el mundo del surf. Es el fabricante de las tablas Becker y hace cerca de 3 décadas que shapea. Vende más de 200 tablas al año. Su vida se reparte así: empresario que trabaja para una conocidísima marca -sobre todo por sus concursos de infartantes traseras femeninas- en Córdoba; ser padre, shaper y, obviamente, surfear. Se lo puede ver muchas veces con su longboard bajando olones en las playas de la costa argentina -olones es una forma de decir tratándose de argentina, pero hay buenos swells.
Rufus se convirtió, desde hace ya unos años, en un shaper de culto. Desde el Under y sin hacer mucho circo, ya hace 13 años que trabaja en esto. Patrocinó a Chingu Bollini y Maxi Siri te puede dar muy buenas referencias de sus tablas; lo podés ver en el N°5 de GZ mag haciendo una maniobra increíble con una Rufus.
Siempre con la mejor onda, ellos se predispusieron a contestarnos. ¿Podemos decir que la mayoría de los shapers comienzan a hacer tablas por la pasión de surfear y para poder hacer su propia tabla?
Los dos sienten que este es su caso. El Garza dice que comenzó “reparando tablas cuando tenía 14 años en Punta del Este en los veranos y así, de a poco, fui conociendo cómo manejar las resinas. Después, ya que no había foam de poliuretano, probé hacer una tabla en telgopor y epoxy. Y así seguí hasta hoy.” Lo de Rufus es similar y, como todos los que empiezan de chicos, tuvo el apoyo de su familia. Y tanta paciencia le tenían, que le permitían shapear en el patio de la casa! Hasta que se fue de viaje y aprendió mucho en California, en España con Hiucif y en Slash Surfboards: “Con el tiempo uno se las va ingeniando para poder tener un lugarcito en donde shapear y a partir de ahí uno va creciendo. Ahora estoy viviendo en la casa que era de mi abuelo en Chapadmalal, y me armé un buen taller en el jardín! Lo mejor es que estoy a dos cuadras del mar.”
A Garza, que sí vive en Baires, le preguntamos si a pesar del laburo, surfea mucho: “Viviendo en buenos aires no tanto ya que hay pocos fines de semana para viajar y cuesta bastante cada viaje. Es más, creo que los que laburan de otras cosas surfean más que nosotros.” El Garza piensa que lo mejor de shapear es “ la creatividad y esa sensación de que uno hace de alguna manera una escultura en cada tabla. Y ver que alguien surfea tus tablas es muy positivo; más cuando le funcionan. Te da la posibilidad de seguir siempre conectado al deporte.” ¿Y lo peor, Garza? “Es una profesión muy dura ya que es un esfuerzo físico importante en relación a lo mal pago que está este oficio, sumado a que los materiales son más caros acá. La parte tóxica; a pesar de utilizar máscaras creo que siempre algo se absorbe por la piel o por los oídos. Yo, al menos, después de laminar varias tablas me siento mal en la noche. Por eso es importante surfear o practicar deporte para eliminar las toxinas.” Rufus coincide con Garza y agrega que, para él, lo positivo de esto es “vivir de lo que más me gusta, ser independiente y, por ende, libre. Y lo peor que “es físicamente desgastante y cansador. Y no es fácil hacer suficiente dinero para viajar.”
Si de repente se te pasa por la mente dedicarte a esto un consejo de los que saben: Rufus te dice que “lo de ser shaper tiene que estar en los genes: uno tiene que tener cierto talento o habilidad manual y, si es el destino, las cosas se van a ir dando inevitablemente. La mejor manera de empezar es conseguir trabajo en una fabrica de tablas!” Y el Garza agrega: “que primero estudie; se reciba de algo y, mientras tanto, si le gusta realmente, haga esto como hobby. En este país es muy difícil vivir y crecer económicamente de esta profesión.” De todas maneras, ellos no tienen dudas de que si pudieran empezar su vida de nuevo harían lo mismo. “Definitivamente volvería a ser shaper- comenta Rufus. Y lo que me habría gustado cambiar, es haber venido a vivir al lado del mar mucho antes, sea en Argentina, Brasil o Centro América.”
Después de consultar, ver talleres, tener amenísimas charlas, lo que concluimos es que la profesión, aunque sea un trabajo más que envidiable, no deja de ser ese laburo que te estresa, te da fiaca… tanto para los que trabajan de otras cosas y quieren surfear, como para los que trabajan de surfear y, también, para los que fabrican lo que se usa para surfear. Lo más importante es que todos coinciden en que el surf es fanatismo. Pareciera que la amistad con el mar y la naturaleza te lleva a querer quedarte ahí, rodeado por esa masa pacífica y violenta que te abarca, te pone la cabeza en blanco, te relaja y, a su vez, te llena de adrenalina cuando estás bajando a mil por la pared de agua. Todas sensaciones que el humano necesita para ser feliz. Por eso debe ser que el surf está lleno de idólatras.

LA ETERNA BÚSQUEDA

Si tenés entre 20 y 35 años, seguramente pertenecés a la “Generación Odisea”. Así nos bautizó el Doctor William Galston- investigador de The Brookings Institution en Washington-, quien dice que la palabra “odisea” sintetiza la idea de exploración permanente. En su perpetuo discurrir, los vinculados al grupo de la adolescencia tardía, dejan de lado obligaciones que, se supone, son propios de esta edad. Es decir, según esta teoría, los que estamos en esta franja somos una especie de adultescentes con todas las implicancias que la segunda parte de la palabra tiene: negación al compromiso, poca afición a la relación de dependencia (en todo sentido) y postergación de deberes, entre otras. Cambiamos de carrera y de trabajo sin parar, buscando ESO que nos haga felices.

La Odisea, escrita por Homero, versa la historia de Odiseo (o Ulises). Terminada la guerra de Troya, emprendió la vuelta a su hogar, Ítaca, donde lo esperaba Penélope tejiendo y destejiendo. Pero en el camino se le presentaron incontables peripecias que, lejos de representar obstáculos hostiles, en todos los destinos era tentador quedarse. Pero no se quedó, siguió su camino aunque le llevó veinte años llegar. Nosotros tampoco nos quedamos con lo establecido y por eso la prolongada búsqueda.

¡LA FLANERA QUE MOLDEÓ A NUESTROS PADRES SE ESTÁ RAJANDO!

La mayor aspiración para ellos era estabilizarse en la vida. Para nosotros estabilizarse a la manera de ellos es ser esclavo del trabajo, vivir estresado y con la pasión apagada.
Algunos estudiosos de la psicología social, alegan que nuestra generación, se deja tentar con todas las opciones que tiene esta realidad globalizada para ofrecernos. Y al tomar un camino, no queremos descartar otros. Queremos pasar por todas la experiencias posibles. Sin embargo, no se puede decir que la llegada no existe. Sino que en la búsqueda está el objetivo. ¿Somos Odiseo camino a su Ítaca?
Con base eterna en casa de mamá y papá o sin compromisos a la vista, muchos vagamos por el mundo buscando, por ejemplo, la ola perfecta. Al contrario de nuestros padres, nos cuestionamos y planeamos una vida en un buen lugar para establecerse.

Desde su aparición, Internet es como un oráculo. Para todo tiene miles de respuestas. Y nos muestra el mundo en todos sus confines. Desde una silla podemos mirar todo lo que pasa en el punto más lejano que se nos ocurra; cómo se vive, costumbres, fotos, etc. Ahora, me pregunto: ¿No es tentador querer ir a ver? ¿No es lógico que uno se plantee que tal vez podría vivir en cualquier lugar? Es entendible porque hoy, más que nunca, el mundo es un pañuelo (nosotros, ¿Seremos los mocos?). Pensamos mucho en cómo y dónde nos gustaría vivir. La idea de una vida fuera de la ciudad, sin jefes a la vista, es uno de los planteos que más nos hacemos.
Muchas veces hemos sido testigo de cómo amigos que tenían una supuesta vida equilibrada, con un trabajo y una carrera desarrollada, dejan todo para ir a vivir a un lugar “equis” donde encuentran más placer que confort. O para largarse con un emprendimiento propio aunque se haga cuesta arriba.
Sentados a una mesa tomando mate hacemos memoria: Fede es “Licenciado en comercio internacional” pero pasa sus días viajando y sacando fotos que vende para vivir. A Santi le faltaba una materia para recibirse de “Licenciado en Administración” y ahí lo ves: en 2001, cuando fue la crisis, largó todo y se fue a Costa Rica. De ahí a una isla minúscula de Honduras; hizo un curso de instructor de buceo; se fue; hizo un curso de capitaneo de barcos y hoy vive de surcar los mares. El hermano tenía un “buen” trabajo en las oficinas del tren de la costa. Un día, proyectó con su cabeza una imagen de lo que sería su vida en los próximos cinco años. Y le dio miedo pensar en seguir malográndose en una oficina. Dejó todo y novia; se fue a Brasil; se casó con una brasilera y puso una posada cerca del mar: es feliz. Así podríamos seguir toda la tarde. Porque el magma de nuestra generación está en ebullición.

¿EL ÁRBOL NO NOS DEJA VER EL BOSQUE O DECIDIMOS MIRAR UNO POR UNO PARA VER SI ENCONTRAMOS UNA PALMERA?

Expertos de Estados Unidos dicen que nuestra exploración parece ser más por nuestro ego que por reales e inhóspitos territorios. Lo que muchos científicos no ven, es que la búsqueda comienza por nuestro ensimismamiento al no encontrar algo que nos satisfaga en el sistema. El afuera es tan duro que nos volcamos a nosotros mismos porque indagamos internamente hasta lanzarnos a otro afuera que nos sea grato; aunque sea jugadísimo. Ya sea en otro lugar físico o a través de un buen proyecto alternativo que nos dé la libertad que el sistema nos quita. La idea de emancipación que implica una forma de vida fuera del sistema nos atrae más que ser adultos a la manera de nuestros padres. Nosotros creemos que tiene que haber una realidad con las obligaciones justas pero también con más goces.
Si vimos In to the wild (un pibe abogado por mandato que decide irse a Alaska a pata), sabemos que en realidad sí hay un “norte”, una Ítaca, en esta generación. Lo que sucede es que, no existe una sola forma de encarar la vida. Según la generación anterior, ser libres e independientes era tener un buen trabajo para no pasar privaciones. Conforme a nosotros, tal vez, es no tener un patrón aunque esto implique pasar privaciones.

Escuchamos mucho que tener bajo el brazo una tabla de surf o de skate es un signo de inmadurez. ¿Y por qué no una forma de demostrar que ser adulto no es sólo estar diez horas encerrado, llegar a casa, comer y dormir? Estos deportes, lejos de hacer que nos aferremos a una infancia eterna, nos permiten complementar muy bien los compromisos que la vida de todas maneras nos exige, con los placeres lúdicos y de disfrute en grupos casi tribales unidos por el fanatismo.
Esta cambiando la forma de QUERER vivir. La manera de esforzarse para conseguir cosas y la idea de comprometerse con algo o con alguien, tomaron otro rumbo. No se han desvanecido.

Los teóricos europeos están preocupados porque los padres no pueden sacar a los hijos de sus casas hasta los 35. Y cuando se van deciden que no es necesario tener hijos inmediatamente. Hay mucha lógica en esto. La casa de nuestros padres es algo que debemos aprovechar a full: Es una base donde podemos dejar todos nuestros bártulos cuando nos vamos cuatro meses a Puerto Escondido sin preocuparnos por pagar todos esos meses de alquiler o expensas! Y es increíble como se nos van diez años volando mientras vamos explorando, de a poco, este Mundo tan diverso. Es que hay tantos pueblitos encantadores sobre playas espectaculares o montañas imponentes… ciudades impecables llenas de movidas culturales, empleos aceptables y gente interesante con buena onda.
Volviendo al tema de los hijos, no es lo mismo equivocarse o probar suerte ahora que cuando tengamos hijos, auto, departamento y todos esos gastos ineludibles. Y como dijimos, diez años es muy poco tiempo!!!!

Quizá, mejor deberíamos hablar de la generación que persigue el “Dorado”: esa utopía ideal que tal vez no existe pero a la que no renunciamos. Hay un slogan que dice: Imposible is Nothing. Entonces debemos tener la fe y los cojones suficientes; salir a buscar y encontrar nuestro lugar en el planeta, donde podamos autorealizarnos, tener la libertad suficiente y ser verdaderamente felices. ES INCOMPRESIBLE CÓMO LA SOCIEDAD ACEPTA DOS SEMANAS DE VACACIONES POR AÑO. Es FATAL pasar de no tener tiempo para nada, a tener tanto tiempo que no sabremos que hacer con él; a tal punto que tendremos pánico a jubilarnos. Necesitamos tener más tiempo libre AHORA. Y si eso significa no llegar a comprarnos ese auto canchero o el plasma, que importa!!!! Admirar tantos atardeceres increíbles por año vale mucho más que las anclas materiales. Después de todo, SI EL ORO NOS COMPRA TIEMPO, EL TIEMPO VALE ORO. Hay que tener la creatividad necesaria para ganar el oro de una manera independiente.

Eduardo Galeano, sublime escritor uruguayo, alguna vez apuntó: “Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para que sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar”.


Vocaciones ideales para el adultescente:
Barman
Instructor de Surf, Snowboard o Yoga
Tatuador (también de henna)
Diseñador gráfico (free lance)
Handiman (jardinero-pintor-carpintero)
Fotógrafo (las playas del mundo están plagadas)
Músico.
Parte del Staff de revistas sobre deportes extremos.

martes, 12 de octubre de 2010

CHAPADMALAL. PUEBLO SURFERO.

Casi a mitad de camino entre Mar del Plata y Miramar, existe un punto. Un lugar. Para muchos, el paraíso. Para los habitantes permanentes es la mejor combinación entre mar, campo y ciudad. Si la idea es rajarle a la vorágine citadina, uno comienza a pensar en lo lindo que sería habitar un pueblito perdido en la nada. Tranquilo. Pero, ¿estamos preparados para que sea tan tranquilo? ¿Qué pasaría con la salud de nuestras mentes cuando la “onda verano” se termina? Es deslumbrante pasarse ratos cerca de la ventana viendo la llovizna y el viento azotar los juncos dorados. Un día… dos… ¿Diez días?

Despojado de cualquier perturbación, Chapa, está a unos veinte kilómetros de la ciudad de Mar del Plata que, si a uno le apetece, se entrega con una caterva de actividades y personas que pululan por doquier. Ir a la urbe es caer casi como turista en esos momentos en que las cosas con el clima se ponen ásperas.
“A veces te vas a dormir y te das cuenta de que no hablaste con nadie en todo el día.” Dice Hito con su sonrisa blanca y un aire de solitario.
El invierno llega con una energía estrafalaria. La gente actúa como las hormigas; trabajan sin parar en verano porque cuando el frío llega hasta los huesos es preferible escabullirse en la cuchita y casi no asomar. No se despegan de la salamandra para que no se extinga el fuego que los protege de los tres bajo cero afuera. Se dice por ahí que las mejores armas en Chapa contra el frío son: generosa calefacción, muchas películas, buenas raciones de chocolate y una gratísima compañía.

En marzo, cuando todos se repliegan a las ciudades a retomar sus labores, aparecen. Después de estar detrás de mostradores, con palos llenos de artesanías en la playa, trepando escaleras de pintor o haciendo jardines, se los ve; a las seis de la mañana parados en el acantilado chequeando el swell; disfrutando de esa playa desierta y ese mar todo para ellos. Porque una cosa no quita la otra. En verano es un lugar increíble lleno de gente en las playas y en los bares. Eso es muy divertido. Pero cuando eso se termina, además de todo aquello de la salamandra y los chocolates, no está nada mal disfrutar de una hermosa tardecita de sol, emponchado, tomando mate junto al mar. Sin carpas; sin chiringos; sin encargados de recreación ni guarda-vidas. Vos, la playa y las gaviotas. A veces, en octubre, pasan las ballenas. Estás sentado en la tabla esperando la ola para salir porque te estás poniendo azul y pasa, a unos doscientos metros, una cosa negra que es demasiado grande para ser un lobo marino. Se sumerge, muestra su cola y después larga agua. No existe el comentario acertado para describir eso. Ese momento nos hace saber que valió la pena haber estado ahí.

Hay algo importante a tener en cuenta, si se tiene la intensión de venir a surfear cuando el agua está a menos de 11º. Unos buenos tips para disfrutarlo -o no padecerlo- son: hay que tener un traje 4-3 con costuras selladas y trampa de agua; accesorios que no pueden faltar son los guantes, botitas y capucha; hay otra cosa que puede resultar útil: tómese una frazada más nueva que vieja para que el abrigo sea adecuado. Dóblese por el medio. Con una tijera hágase un corte en el centro del doblez. Para tener una idea cabal del resultado, tiene que parecerse bastante a un poncho. Una vez en la playa, ventosa y fría, nos colocamos este enorme poncho que arrastra por el piso. Ahora podemos sacarnos el traje mojado y ponernos nuestra ropa. Nos ahorramos lo penoso de tener nuestra piel expuesta a los cuatro vientos y la odisea de andar con el traje puesto mucho tiempo con riesgo de pescar paspaduras muy poco sexys.

Cuando hay móvil, lo mejor es levantarse temprano y salir a recorrer la costa en busca de la mejor ola para hoy. Bajando los pies de la cama y mirando la punta de la palmera del vecino, Rufus dice: -¡viento norte! ¡Voy a ver el mar!

-Los hoteles siempre se pone- dice Rany. Vive en una cabaña que levantó con sus manos y que si te invita a subir al cuarto, tiene el ventanal con una de las mejores vistas al mar. Trabajador inagotable; pero hay que ver cómo sale corriendo a las siete de la mañana para hacerse una metida antes de entrar al trabajo.

A la paloma, es dificultoso descender porque otrora no fue más que una bajada de pescadores. Un caminito ínfimo en el acantilado y una soga. Sólo si se siente la suavidad de la arena en el dedo gordo hay que soltarse; si no, es mejor mirar antes para abajo. Una de las mejores olas de la zona y que no está restringida por ningún concesionario. Por eso es de las más codiciadas para hacer campeonatos.

Según las buenas lenguas, en Cruz del Sur suelen formarse olas potentes y muy prolijas. Lamentablemente, muchos de los locales cuentan cómo fueron apaleados en el agua gracias al servicio de los matones que vigilan. Ni bien se pone un pie en la arena, hay un cartel que versa: PROHIBIDO SURFEAR DE 9 A 18. En un país en el cual no se puede conocer lagos porque tienen cerco, el mar no se salva de tener “dueño”.

Luna Roja se convirtió en una de las playas con más crawd de la zona sur. Dueña de un paisaje bucólico es la elegida por, al menos, tres generaciones de jóvenes que se dan cita allí para pasar veranos enteros entre juegos y amoríos; olas y fogones interminables. Hay que hacer la prueba. Pararse antes de bajar y observar un poco: Acantilados bajos junto al cauce del arroyo que recorre la playa, caprichoso, en zigzag hasta desembocar en el mar. Él hace jugar la espuma del agua dulce por encima de las rocas. Y es gracioso ver a los perros galopar detrás de ella queriendo cazarla con la boca.
En una esquinita, como estandarte de surfistas, está la escuelita de surf “Laf Quenche”. Se ve desde la ruta; es una cabañita rodeada de piedras. Los chicos de la Estafeta la construyeron en poco tiempo sin saber que en el futuro sería refugio para muchos. Los que pasamos nuestros veranos de juventud retozando en la arena de la escuelita, guardamos en el corazón los mejores recuerdos y las anécdotas más divertidas de nuestras vidas.

La recorrida sigue por el centro. El supermercado de la Estafeta, sobre la ruta, es tradicional en la zona. Allá lejos, hace tres generaciones, había una pequeña almacén que hoy es el lugar elegido por todos los turistas para hacer sus compras de fin de tarde. Cuando éramos muy jóvenes y veníamos de surfear las largas y divertidas olas de Luna Roja, entrábamos al súper y al primer descuido, hacíamos de las nuestras. Sabíamos que no estaba bien. Pero nada nos quitaba el placer de saborear esos sándwiches manchados de travesura, desde el acantilado, pronosticando las olas del día siguiente.
Esa era la época en que todavía no se había plagado la costa de escolleras y el puerto de dragas. La Estafeta -hoy ya no tiene arena- era una playa muy concurrida por los surfistas del barrio porque había muy buenas olas.

Chapadmalal es un pueblo surfero porque, además, tiene sus propios shapers. Uno de ellos, Steve Wilson, llegó hace ya más de 15 años y no para de trabajar. En este tiempo ha logrado hacerse un buen nombre en la zona y conocido en todo el ambiente surfero. Rufus, con más de 12 años de experiencia, también eligió Chapa para instalar su taller de tablas. Cualquiera pensaría que estos dos personajes, alejados de una ciudad donde sí están los clientes, no tienen mucho futuro. Sin embargo, a los dos les va muy bien. Llevan una vida tranquila y hasta han mantenido alguna charla cerveza de por medio, dejando de lado la competencia.

Para vivir en Chapadmalal uno tendría que lograr una conducta intachable. Aunque esto también podría generar comentarios. Si, porque cuando se vive el día a día, uno cae en la cuenta de que como todo pueblo chico… Casi sin querer te enterás que ese estuvo mil años con aquella, tuvo hijos con esta, pero se casó con esa. O que el de más acá está enemistado con el de más allá y, entonces, ni se te ocurra pasar por las narices de uno charlando con el otro porque automáticamente entrarás en la lista negra del primero. En un principio decimos: “gente rara”. Con la exultante soberbia de ciudad. Pero pasado un tiempo, no te quepa la menor duda, te encontrarás en conversaciones del tipo: “Che, viste que tal…? ¿Vos sabés algo?”. Ahí, justo en ese instante, te estás enterando de que la dinámica del pueblo te llegó y te atrapó. Alguna vez, de paseo por Salta, he escuchado el lema que uno tendría que aplicar cuando llega a cualquier pequeña comunidad: “No hables mal de nadie porque son todos parientes. Y no hables bien de nadie porque están todos peleados”. Una de las tácticas de los que vivimos acá no hace mucho es pedir monitoreo a los amigos visitantes. Si empiezan a vernos metamorfoseados, ¡avisen!